La danza ritual de los ‘chaxis’
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El año 2012 se publicó el libro No se baila así nomás, en dos tomos
escritos por David Mendoza y Eveline Sigl, especialistas en la materia. Leí la
parte de las danzas autóctonas paceñas con esmero, y puse particular atención a
varios bailes rituales como los chiriwanus, p’aquchis y chaxis, aunque hay
muchos más. Para esta ocasión, escogí a los chaxis. A fin de comentar sobre
esta danza, corroboré los datos recogidos en el libro in situ, y los complementé
con información adicional de don Hugo Mamani Huchani de Sivicani. El chaxi es
una danza ritual de la ch’alla de las primeras papas en carnavales, que con el
proceso cultural se modificó según las circunstancias históricas. Esta danza
está íntimamente asociada con el ciclo agrícola, específicamente con la papa y
las divinidades ancestrales.
Una de las versiones originales, según los autores, se remonta a
la época de sequía y hambruna que duró siete años continuos hace dos siglos. En
esta época pereció mucha gente, variedades de papa y otras plantas del
altiplano. Año tras año los mallkus y los yatiris continuaron con los ritos
agrícolas. Hasta que al fin se restableció la armonía climática; y como no
podía ser de otra forma, la gente empezó a agradecer el retorno de la papa y
otras plantas. Muchos de ellos hasta con llanto, lo cual es obvio después de
una época de hambruna.
Entonces la gente compuso canciones, y agradeció a las divinidades
y a la Pacha Mama
por medio de danzas. Ahí nació el chaxi. No es casual aquello de puqutu o
ispalla mama. El rito a la papa no se dio sólo en algunas comunidades, sino en
todo el altiplano. A ello se debe en la región Omasuyos el ritual de siembra de
la ispalla, y con ese nombre el baile antiguo de escarbe en Jesús de Machaca.
Sin embargo, las ocho comunidades de la provincia Aroma fueron las responsables
de crear, desarrollar y conservar la danza ritual de la papa, hasta alcanzar y
generar diferentes tipos de ritmos para distintas variedades de ese tubérculo.
Los instrumentos de música del chaxi son la tayka, mala y chilli.
Estos aerófonos están hechos de madera de takamayu, envueltos con nervios de
toro, y son acompañados por tambores. La mujer lleva un sombrero envuelto con
cintas multicolores tejidas, adornado con flores y flecos de lana. El varón
lleva un gorro sin protectores de oreja con peluquín, tiene chaqueta,
punchillo, wallqipus y hondas. Adornos a cada lado de la vestimenta, con base
en la ch’uspa y bolas grandes de colores, rematan el conjunto con wichi wichi.
A su vez la mujer viste una jobonilla y una p’altha; y sobre ésta, el mismo
sombrero de chaxi que usan los varones. La vestimenta es hecha de bayeta y
todos llevan abarcas.
Esta danza se baila sobre todo en carnavales, el martes de ch’alla
en Sivicani. Los kamanis van con las banderas blancas y la música del chaxi a
recoger las primeras papas de la aynuqa, para presentar a la misma comunidad y
a las autoridades; quienes, alborozadas, los ch’allan poniendo frutas como
lujmas a cada bulto de papa. La escena es indescriptible.
Esta danza la he visto en Sivicani en el Carnaval de 2012. Mis
informantes aseguran que se baila además en las siguientes siete comunidades:
Tuturani, Llallawa, Mik’aya, Markiriwi, Qullqincha, Qullana y Machaqa Marka.
También danzan en los festivales convocados fuera de su ciclo.
Rindo homenaje a los esposos Mendoza-Sigl, autores de esta
monumental obra, profusamente ilustrada, que tiene más de 1.300 páginas sobre
240 danzas folklóricas y autóctonas bolivianas. En un mundo diverso, una danza
no se baila de la misma forma.
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